Por la forma en que está conformado el actual sistema energético, la transición a tecnologías más amigables con el medio ambiente implica mucho más que solo adoptar las renovables.
En Europa se está viviendo una verdadera crisis de energía, que está afectando directamente a los hogares y empresas a través de picos repentinos en las tarifas eléctricas. Si bien hay muchas razones detrás de este fenómeno, una de las más importantes es la paralización de las instalaciones eólicas en la región, clave en el plan local de transición energética.
Los vientos menos intensos han provocado que estos sistemas generen menos electricidad de lo normal, provocando que las empresas busquen desesperadamente gas natural para compensar la producción perdida. Algunos expertos incluso han advertido que estos descalabros deberían servir como una lección para Estados Unidos y otros países para sus propias ambiciones en materia de transición energética.
Si bien es crucial modificar la forma en que se genera energía eléctrica en el mercado para cumplir con las metas en pro del medio ambiente y limitar el cambio climático, es cierto que la transición energética implica mucho más que solo instalar fuentes renovables. Como lo muestra el caso de Europa, se requiere un enfoque mucho más integral.
Para eso, no solo se tendría que contemplar la posibilidad de intermitencia en las energías renovables, que es justamente una de las cosas que está provocando la crisis energética de Europa. Varios agentes también delinean retos adicionales:
El actual mix de energía en todo el mundo tiende a estar centralizado. Es decir, todo el sistema obtiene electricidad de un puñado de fuentes controladas por un único agente o un grupo de compañías limitado.
Pero con la adición de energías renovables, de acuerdo con Future Learn, será necesario establecer un ecosistema que permita no solo conectar varias fuentes de energía en múltiples puntos geográficos y de varias naturalezas. Además, como muchos consumidores podrán instalar sus propios paneles o instalaciones renovables, debería tomar en cuenta una distribución inteligente de electricidad, que varíe según la demanda y oferta en tiempo real.
Es cierto que las fuentes renovables son cada vez más asequibles y productivas. Sin embargo, como lo apunta BBVA, para muchas empresas aún las fuentes de energía tradicionales tienden a ser más redituables considerando su bajo costo, pues la instalación de paneles fotovoltaicos o instalaciones eólicas aún requiere inversiones iniciales importantes, especialmente a gran escala.
Para eso, sería necesario desarrollar planes de incentivos y cooperación público-privada que permita hacer la transición energética mucho más redituable y atractiva para las compañías.
Este punto está muy ligado a la actual crisis de Europa. Las energías renovables siempre tendrán un factor de intermitencia, por lo que es necesario construir también instalaciones de almacenamiento eléctrico para guardar los remanentes de energía para emergencias. Y, en caso de grandes periodos de inactividad, es importante contemplar el uso de combustibles de bajas (o cero) emisiones.
Según Eaton, entre las alternativas más atractivas está la producción de hidrógeno mediante hidrólisis (que, si se genera con energías limpias, está completamente libre de emisiones) o bien el uso de sistemas de captura de carbono.
Como lo delinea el Foro Económico Global (WEF) muchas tecnologías ligadas a las energías renovables dependen de materias primas que no están ampliamente disponibles.
China, por ejemplo, tiene casi un monopolio en 17 minerales raros clave para varios procesos industriales. Rusia alberga el 22% de las reservas globales de metales raros. La República Democrática del Congo controla el 66% del cobalto. Sin ir más lejos, incluso México está planteando imponer reglas más estrictas para el aprovechamiento del litio por privados.
Lo anterior significa que las empresas y gobiernos deben trabajar en diversificar sus fuentes de suministro para no estar totalmente a la merced de intereses geopolíticos. Y, en el peor de los casos, desarrollar relaciones diplomáticas positivas con estas grandes potencias para no poner en juego la transición energética.
Tal vez el punto más importante es asegurar que el ecosistema también lentamente cambie a un panorama de bajo uso de combustibles. Aunque será de gran ayuda que toda la generación eléctrica se haga mediante renovables y combustibles cero-emisiones, el impacto será limitado si, por ejemplo, los vehículos automotores aún requieren de combustibles fósiles para funcionar.
En este contexto, el camino que recomienda el Rocky Mountain Institute es la electrificación de la economía. Se estima que entre 40% y 50% del uso energético mundial se puede electrificar para 2040. Si eso se le combina con una generación eléctrica dominada en entre 75% y 85% por renovables para ese mismo año, se puede limitar considerablemente el impacto del cambio climático.
Por la forma en que está conformado el actual sistema energético, la transición a tecnologías más amigables con el medio ambiente implica mucho más que solo adoptar las renovables.
En Europa se está viviendo una verdadera crisis de energía, que está afectando directamente a los hogares y empresas a través de picos repentinos en las tarifas eléctricas. Si bien hay muchas razones detrás de este fenómeno, una de las más importantes es la paralización de las instalaciones eólicas en la región, clave en el plan local de transición energética.
Los vientos menos intensos han provocado que estos sistemas generen menos electricidad de lo normal, provocando que las empresas busquen desesperadamente gas natural para compensar la producción perdida. Algunos expertos incluso han advertido que estos descalabros deberían servir como una lección para Estados Unidos y otros países para sus propias ambiciones en materia de transición energética.
Si bien es crucial modificar la forma en que se genera energía eléctrica en el mercado para cumplir con las metas en pro del medio ambiente y limitar el cambio climático, es cierto que la transición energética implica mucho más que solo instalar fuentes renovables. Como lo muestra el caso de Europa, se requiere un enfoque mucho más integral.
Para eso, no solo se tendría que contemplar la posibilidad de intermitencia en las energías renovables, que es justamente una de las cosas que está provocando la crisis energética de Europa. Varios agentes también delinean retos adicionales:
El actual mix de energía en todo el mundo tiende a estar centralizado. Es decir, todo el sistema obtiene electricidad de un puñado de fuentes controladas por un único agente o un grupo de compañías limitado.
Pero con la adición de energías renovables, de acuerdo con Future Learn, será necesario establecer un ecosistema que permita no solo conectar varias fuentes de energía en múltiples puntos geográficos y de varias naturalezas. Además, como muchos consumidores podrán instalar sus propios paneles o instalaciones renovables, debería tomar en cuenta una distribución inteligente de electricidad, que varíe según la demanda y oferta en tiempo real.
Es cierto que las fuentes renovables son cada vez más asequibles y productivas. Sin embargo, como lo apunta BBVA, para muchas empresas aún las fuentes de energía tradicionales tienden a ser más redituables considerando su bajo costo, pues la instalación de paneles fotovoltaicos o instalaciones eólicas aún requiere inversiones iniciales importantes, especialmente a gran escala.
Para eso, sería necesario desarrollar planes de incentivos y cooperación público-privada que permita hacer la transición energética mucho más redituable y atractiva para las compañías.
Este punto está muy ligado a la actual crisis de Europa. Las energías renovables siempre tendrán un factor de intermitencia, por lo que es necesario construir también instalaciones de almacenamiento eléctrico para guardar los remanentes de energía para emergencias. Y, en caso de grandes periodos de inactividad, es importante contemplar el uso de combustibles de bajas (o cero) emisiones.
Según Eaton, entre las alternativas más atractivas está la producción de hidrógeno mediante hidrólisis (que, si se genera con energías limpias, está completamente libre de emisiones) o bien el uso de sistemas de captura de carbono.
Como lo delinea el Foro Económico Global (WEF) muchas tecnologías ligadas a las energías renovables dependen de materias primas que no están ampliamente disponibles.
China, por ejemplo, tiene casi un monopolio en 17 minerales raros clave para varios procesos industriales. Rusia alberga el 22% de las reservas globales de metales raros. La República Democrática del Congo controla el 66% del cobalto. Sin ir más lejos, incluso México está planteando imponer reglas más estrictas para el aprovechamiento del litio por privados.
Lo anterior significa que las empresas y gobiernos deben trabajar en diversificar sus fuentes de suministro para no estar totalmente a la merced de intereses geopolíticos. Y, en el peor de los casos, desarrollar relaciones diplomáticas positivas con estas grandes potencias para no poner en juego la transición energética.
Tal vez el punto más importante es asegurar que el ecosistema también lentamente cambie a un panorama de bajo uso de combustibles. Aunque será de gran ayuda que toda la generación eléctrica se haga mediante renovables y combustibles cero-emisiones, el impacto será limitado si, por ejemplo, los vehículos automotores aún requieren de combustibles fósiles para funcionar.
En este contexto, el camino que recomienda el Rocky Mountain Institute es la electrificación de la economía. Se estima que entre 40% y 50% del uso energético mundial se puede electrificar para 2040. Si eso se le combina con una generación eléctrica dominada en entre 75% y 85% por renovables para ese mismo año, se puede limitar considerablemente el impacto del cambio climático.
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