Con una menor demanda de combustibles, el tiempo para decidir sobre el futuro de las refinerías corre aceleradamente. Algunas empresas optan por vender, otras más por transformarlas.
Las refinerías son un emblema del sector de hidrocarburos, pero con el contexto que se vive en la actualidad, su futuro se ha vuelto una discusión de gran relevancia para el mismo sector.
Con una menor demanda de combustibles para el transporte y una agenda pública encaminada a la descarbonización, una gran variedad de compañías de petróleo están siendo empujadas a tomar decisiones sobre las acciones que tomarán en relación a uno de sus principales activos en los próximos años.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), la pandemia del COVID-19 fue como echar un vistazo al futuro dentro del sector de la refinación. En él, la demanda de combustibles para transportes sufre una dramática caída y la industria petroquímica es el único segmento que mantiene una demanda estable o en crecimiento.
Según las estimaciones de la agencia, la demanda mundial de petróleo, incluidos los biocombustibles, se recuperará hasta llegar a los 104.1 millones de barriles diarios en 2026, frente a los 91 millones que se registraron en 2020. No obstante, un tercio de este crecimiento podrá ser cubierto con productos que no pasan por el sector de la refinación, como los líquidos de gas natural (LGN) y los biocombustibles.
Este panorama es lo que ha impulsado a muchos jugadores del sector a diversificar sus refinerías para producir diésel renovable, hidrógeno verde y productos de reciclaje químico. Según datos de la IEA, alrededor de 345,000 barriles diarios de refinación ya son producidos por biorrefinerías y los planes apuntan a que se producirán 840,000 más para 2026.
Las petroleras Total y Eni han convertido tres refinerías en Europa para la creación de biodiesel entre 2015 y 2020. Mientras tanto, en Estados Unidos las refinerías de Marathon Petroleum, Phillips 66 y Hollyfrontier, también han anunciado planes para su conversión.
Además, existen varios proyectos en desarrollo para la creación de hidrógeno azul y verde. Para el 2026, se espera que 200 MW de proyectos en electrólisis, asociados con refinerías, se pongan en marcha en el continente europeo.
Pero la diversificación no es la única opción posible. Grandes compañías petroleras están optando por vender. Este es el caso de BP, Royal Dutch Shell y Total, quienes entre 2009 y 2020 vendieron su participación en 18 refinerías. En agosto de 2020, Shell anunció que estaba en discusiones de vender cinco de sus 15 particiones restantes en estas infraestructuras.
Paralelamente, las refinerías también necesitan encontrar formas de reducir fuertemente las emisiones de carbono que generan. Aquí, las refinerías petroquímicas podrían tener una ventaja para seguir vigentes. Ayudados por sus trabajadores altamente calificados, investigadores e ingenieros, estas infraestructuras pueden desarrollar tecnologías para el reciclaje químico, el procesamiento de desechos plásticos y aceites usados, a lo largo de trayectos de plástico a plástico o de plástico a combustible.
Si bien las estimaciones no apuntan hacia un completo fin de las refinerías, sí a su reducción de aplicación. Por lo que, de acuerdo a la IEA, las decisiones estratégicas que tomen las compañías petroleras en los próximos cinco años -a partir del 2021- definirán su viabilidad a largo plazo.
Con una menor demanda de combustibles, el tiempo para decidir sobre el futuro de las refinerías corre aceleradamente. Algunas empresas optan por vender, otras más por transformarlas.
Las refinerías son un emblema del sector de hidrocarburos, pero con el contexto que se vive en la actualidad, su futuro se ha vuelto una discusión de gran relevancia para el mismo sector.
Con una menor demanda de combustibles para el transporte y una agenda pública encaminada a la descarbonización, una gran variedad de compañías de petróleo están siendo empujadas a tomar decisiones sobre las acciones que tomarán en relación a uno de sus principales activos en los próximos años.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), la pandemia del COVID-19 fue como echar un vistazo al futuro dentro del sector de la refinación. En él, la demanda de combustibles para transportes sufre una dramática caída y la industria petroquímica es el único segmento que mantiene una demanda estable o en crecimiento.
Según las estimaciones de la agencia, la demanda mundial de petróleo, incluidos los biocombustibles, se recuperará hasta llegar a los 104.1 millones de barriles diarios en 2026, frente a los 91 millones que se registraron en 2020. No obstante, un tercio de este crecimiento podrá ser cubierto con productos que no pasan por el sector de la refinación, como los líquidos de gas natural (LGN) y los biocombustibles.
Este panorama es lo que ha impulsado a muchos jugadores del sector a diversificar sus refinerías para producir diésel renovable, hidrógeno verde y productos de reciclaje químico. Según datos de la IEA, alrededor de 345,000 barriles diarios de refinación ya son producidos por biorrefinerías y los planes apuntan a que se producirán 840,000 más para 2026.
Las petroleras Total y Eni han convertido tres refinerías en Europa para la creación de biodiesel entre 2015 y 2020. Mientras tanto, en Estados Unidos las refinerías de Marathon Petroleum, Phillips 66 y Hollyfrontier, también han anunciado planes para su conversión.
Además, existen varios proyectos en desarrollo para la creación de hidrógeno azul y verde. Para el 2026, se espera que 200 MW de proyectos en electrólisis, asociados con refinerías, se pongan en marcha en el continente europeo.
Pero la diversificación no es la única opción posible. Grandes compañías petroleras están optando por vender. Este es el caso de BP, Royal Dutch Shell y Total, quienes entre 2009 y 2020 vendieron su participación en 18 refinerías. En agosto de 2020, Shell anunció que estaba en discusiones de vender cinco de sus 15 particiones restantes en estas infraestructuras.
Paralelamente, las refinerías también necesitan encontrar formas de reducir fuertemente las emisiones de carbono que generan. Aquí, las refinerías petroquímicas podrían tener una ventaja para seguir vigentes. Ayudados por sus trabajadores altamente calificados, investigadores e ingenieros, estas infraestructuras pueden desarrollar tecnologías para el reciclaje químico, el procesamiento de desechos plásticos y aceites usados, a lo largo de trayectos de plástico a plástico o de plástico a combustible.
Si bien las estimaciones no apuntan hacia un completo fin de las refinerías, sí a su reducción de aplicación. Por lo que, de acuerdo a la IEA, las decisiones estratégicas que tomen las compañías petroleras en los próximos cinco años -a partir del 2021- definirán su viabilidad a largo plazo.
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